lunes, 14 de febrero de 2011

“EL SERVICIO” DEL ARTE


A lo largo de la historia del hombre se han contemplado atrocidades sobre atrocidades. Hablamos de lo que simboliza la palabra “guerra” en todos los sentidos que realmente puedan significar.
Pero aún más alejados nos hallamos de medir las consecuencias a lo largo de nuestra existencia, de lo que ello ha dejado o del legado que ha tenido o si acaso, ha dejado de tener.
¿No es, pues, parte de nuestra evolución, el soportar las guerras que cada siglo contempla nuestra vida humana? Pero, rara vez hemos visto una mezcla tan inusual como prodigiosamente extraña, conviviendo entre sí de la forma más natural posible, como sucediera en la Alemania de los años treinta, antes de estallar la segunda guerra mundial.
Nunca antes el arte se vio tan aristocráticamente seducido de tal manera por el poder del nazismo efervescente liderado y creado por el entonces futuro Führer, Adolf Hitler. Esta es la historia de la artista más brillante en su género que diera la nación alemana en mucho tiempo, Leni Riefesntahl, nacida en Berlín el 22 de agosto de 1902 y fallecida a la avanzada edad de 101 años, en Pöcking, Baviera, 8 de septiembre de 2003.
Desde su infancia demostró el interés por el arte, a través de la pintura. Posteriormente comenzó su carrera artística como bailarina, que abruptamente quedó interrumpida por una delicada lesión. Se dedicó entonces, a forjar una carrera interesante como actriz que la llevaría en muy poco tiempo a ponerse detrás de las cámaras. Como directora, su opera prima Das Blaue Licht (La luz azul, 1932) la llevaría al reconocimiento internacional, siendo premiada en el Festival de Venecia. En ese mismo año tuvo su primer y definitivo contacto con el nazismo, asistiendo a un “emotivo” mitin de Hitler y la joven artista le ofreció todo su talento y colaboración.
Fue a través de Rudolf Walter Richard Heß, jefe del Partido Nazi y Ministro de Estado, con la cual Leni mantendría una gran amistad, que Hitler le ofreciera filmar la concentración del Partido Nazi en el Campo Zeppelín de Núremberg en 1933. Riefenstahl aceptó la propuesta y realizó lo que hoy se conoce como La Trilogía de Nuremberg, uno de los documentales político-propagandísticos más efectivos jamás filmado, formada por: Der Sieg des Glaubens (Victoria de fe, 1933); Triumph des Willens (El triunfo de la voluntad, 1934) y Tag der Freiheit: Unsere Wehrmacht (Día de libertad: nuestras Fuerzas Armadas, 1935).
Su siguiente obra importante como directora fue el megadocumental de más de cuatro horas de duración Olympia (Parte I Festival de las Naciones y Parte II Festival de la belleza, 1938), en la que filmó los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, conocidos como las Olimpiadas de Hitler. Era la primera vez que se filmaba unos juegos olímpicos. Un verdadero hito cinematográfico. Hitler admiraba a Leni, por los grandes resultados que dio los films para el partido del Führer. Sin lugar a dudas, el legado como artista era y es indiscutible, el efecto de las cámaras, la belleza de los planos, muy innovadores para la época, así como la post- producción, muy pionera en su rodaje, en su concepción de captar y trasmitir “momentos y efectos”, marcaría un antes y un después en la cinematografía. Así pues, resulta sumamente artístico, el prólogo de este film, inspirado en los más puros conceptos griegos de belleza e imponencia. Una manera magistral de enmarcar las ruinas del Partenón de Atenas con la que inicia dichas escenas.
El resultado embelesó a Hitler, quien creía que la raza y estirpe alemán provenían de la antigua Grecia, con el canon de belleza de una raza invencible e inteligentemente superior.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Leni Riefenstahl tuvo problemas en su vida privada, su matrimonio fracasó y además el gobierno francés se empeñó en enjuiciarla. Ella rechazó estar vinculada con el régimen nazi, aduciendo que sus filmes y trabajos sólo habían sido producto de un servicio profesional contratado y que ella había cumplido de acuerdo con las directivas nazis, sin hacer una apología por convicciones personales. Hasta el día de hoy, dichas apologías son objeto de controversias debido a la gran relación que tuvo con los más altos círculos nazis, incluso la acusaron de ser la amante de Hitler, algo que negaría toda su vida, aunque dejó entrever que el líder alemán la pretendió en alguna ocasión, algo que según ella rechazó totalmente. Al final, en 1948, fue eximida de toda responsabilidad, pero fueron confiscados todos sus bienes personales.
En la década de los años 50, comenzó otra importante faceta como artista, la de fotógrafa, algo que realizaría hasta casi el final de sus días. Produjo una detallada y bella documentación fotográfica sobre un pueblo africano, los Nuba, y en años posteriores realizó varias producciones sobre la vida submarina. Su estilo fue imitado por varios fotógrafos de revistas de gran tirada de la época.
Aun en su senectud, Leni desarrolló una gran actividad en pro de su arte, llegando a sufrir un grave accidente que le dejó con problemas dorsales y en la cadera (sobrevivió a la caída de un helicóptero).
Su vida fue plena de vivencias y amor al arte fotográfico, el cual constituye su más preciado legado.
Otro de los artistas “seducidos” por el partido nazi fue Berthold Konrad Hermann Albert Speer, nacido en Mannheim, 19 de marzo de 1905 y fallecido en Londres, 1 de septiembre de 1981. Fue un arquitecto y político alemán, uno de los más destacados jerarcas de la Alemania nazi. Fue el arquitecto predilecto y ministro de armamentos y guerra de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Un extraordinario profesional que se encargó personalmente de la reconstrucción del Estadio Olímpico de Berlín para los juegos de 1936. También estuvo a su cargo, los complementos de armamento bélico, como la construcción de astilleros para submarinos, entre otros. Y se encargó directamente de Magno Proyecto de la “NUEVA BERLIN” que sería el testamento del “TERCER REICH”, solamente se puede apreciar actualmente la colosal maqueta del sueño del Führer que encargaría al genial arquitecto.
En el juicio de Núremberg, Speer fue condenado a 20 años de prisión, condena que cumpliría en Spandau. Fue liberado en 1966 y desde allí obtuvo fortuna y una vida acomodada, al escribir varios libros autobiográficos.
Son pues, estos dos casos, de los más sobresalientes del siglo XX, respecto de artistas que se vendieron al poder y la fama. Aunque… quien puede saberlo, a lo mejor fueron simplemente seguidores de sus ideales o intereses en pro de su arte. Lo cierto es que no se puede juzgar a las personas que fueron, más si a los artistas. Ese será un legado compartido con la deshonra de sus cuestionadas vidas, que la propia historia les ha de guardar.
Les dejo como link, del film de Leni Riefenstahl, el hermoso “Prologue” de Olympia, música original de Herbert Windt, pero en esta ocasión la música es de Vangelis, la verdad que le da un efecto más impactante, que lo disfrutéis.
http://www.youtube.com/watch?v=x6-0Cz73wwQ

1 comentario:

Isabel dijo...

El arte no debería entender de política, pero es inevitable que se posicione. El arte es un fiel reflejo de la sociedad en la que convive. Nuestros artistas son vehículos importantes para la formación de la expresión popular y deberían medir las consecuencias de su influencia. Pero también son personas libres de expresar sus ideas tanto progresistas como conservadoras.